viernes, 28 de julio de 2017

Vacaciones julio/17 – primera parte: Lago di Garda y Südtirol/Trentino-Alto Adagio

Día 1: avión - lago di Garda - Borgo Valsugana

El sábado 1 de julio madrugamos mucho para poder coger el avión de Madrid a Milán a las 7.30 de la mañana. Esto hizo que durmiéramos poco la noche antes. Aun así, Norah se despertó con ganas a las 5 de la mañana, cogió a su mono-oso y comenzó el viaje con entusiasmo. Quiso sentarse al lado de la ventanilla para mirar los paisajes y se pasó el viaje viendo una película en la tablet de su papá (creo que fue Zootrópolis).

Esta vez nos apañamos con dos trolleys, dos mochilas y una maleta grande, que fue la que nos tuvo esperando 1 hora por ella en Malpensa. Después tocó otra hora de espera por el coche, un Fiat 500X; Norah un par de días más tarde afirmaba que “¡en este país hay muchos Fiat!”. Inicialmente nos dirigimos por la autopista hacia el Lago di Garda. En primer lugar visitamos Sirmione, una pequeña ciudad en la península sureña del lago. Llegamos pasadas las dos y media por lo que la cocina del sitio donde fuimos a comer ya estaba cerrada aunque sí hacían pizzas. Así fue que los tres nos comimos una pizza, incluso yo (como estímulo hormético). La mía era la Lombarda: encima de la masa en lugar de tomate tenía crema de calabaza y el queso era de mozzarella de búfala. Estaba muy rica. La de Norah tenía jamón y piña y David escogió la de 4 quesos.

Luego fuimos a dar una vuelta y como hacía calor, optamos por darnos un paseo en una potente lancha con un capitán local con otros turistas, por 20 euros los 3. Dio un rodeo a toda la península y pudimos disfrutar de las vistas del lago glaciar y las montañas que la rodean. Luego no encontramos ningún sitio para tomar un helado así que cogimos el coche con la intención de bordear la costa oeste del lago de camino a Borgo Valsugana. Pasamos por Peschiera del Garda y Lazise y vimos que la costa estaba demasiado llena de tráfico y pueblos como para llegar hasta Riva del Garda.

Paramos entonces en Bardolino, un pueblo con un bonito centro medieval. Allí cayeron los primeros helado de Italia. Estando en Italia decidí comer algún helado. Escogí uno con regaliz, mango y frambuesa. Norah se comió un helado de palo de fresa y David pidió solo un sabor. Luego fuimos dando un paseo hasta la playa. Norah se comía el helado, manchándose toda la cara mientras su padre le hacía vídeo. Llegó un momento en el que Norah ya se cansó un poco: “¡Deja ya de grabarme!”. Antes de marcharnos David se pidió un segundo helado, de higos con ricotta y otro sabor. Aquí los helados costaban euro y pico por sabor.

Comenzó a llover por lo que paramos a comprar leche y fruta y tiramos hacia Borgo Valsugana, un pequeño pueblo en el valle de Valsugana, al oeste de Trento. En esta zona ya se aprecian las montañas entre cuyas laderas se cultivan uvas y manzanas en los fértiles valles. Cuando llegamos al pueblo, casi a las nueve de la noche, éste estaba vacío como los pueblos de Finlandia. Nos acomodamos en el hotel cansadísimos y caímos inconscientes más que dormidos.

Día 2 - Borgo Valsugana- La Rocchetta - Val di Sella

El hotel de Borgo era una antigua finca con habitaciones amplias y luminosas. La sala del desayuno estaba decorada con gusto. Había pastelería, pan, embutido, yogures, algo de fruta y café. Después de desayunar nos dimos un paseo por el pueblo, por el que transcurre el Río Brenta que va a parar al Lago di Caldonazzo, cerca de Trento y a otro lago más pequeño, el Lago de Lévico. Norah estaba entusiasmada con las callejuelas y los pasadizos del lugar: “Mira, un túnel misterioso mágico supersecreto”, decía en alguna ocasión. Desde allí nos dirigimos hacia arriba por una carretera estrecha de montaña siguiendo indicaciones de Google para subir a La Rocchetta, un punto de observación en la montaña, a 700 metros de altura sobre el nivel del mar. Está enfrente del monte Ciolino (donde está el castillo local) y se ha utilizado siempre como apostadero y observatorio en las guerras, tanto por italianos como austríacos. Cerca tiene cuevas donde se podían refugiar y guardar provisiones.

Después bajamos por una carretera mejor aunque con muchas curvas y nos detuvimos a comer – temprano para España pero a una hora adecuada para Italia – en la Osteria Caraco. Norah comió ñoquis, David un plato de embutido y yo pedí salmón ahumado con hinojo y un vino tinto local muy rico con matices de frutos del bosque. A nuestro alrededor se extendían valles y montañas y la temperatura era muy agradable. No hacía ni frío ni calor y el sol salía a ratos de entre las escasas nubes que filtraban su luz. David y Norah comieron postre y yo tomé un café, y en esto llegaron Alessandro y su familia Manuela, Carlota y Camila, además de los perros: el bulldog francés Bobinsky – Bobo, el bulldog inglés Luis y la golden Joy. Bobo, a pesar de ser el más pequeño, es el jefe de la manada. Con ellos nos encaminamos al Val di Sella, con obras de arte en plena naturaleza, formando parte de ésta y fusionándose con ella. Algunas de las obras recordaban a los diseños de las viviendas de los monstruos de la película “Donde viven los monstruos”, aunque no fueran del mismo autor (aunque seguramente sí se inspiraran los de la película en su obra).

Caminamos por un amplio sendero en un bonito bosque con las obras de arte flanqueando el camino que picaba hacia arriba. Norah iba tan contenta paseando a Bobo. Llegó un momento en el que los dos bulldogs no podían más y se quedaron atrás. Más tarde fue Norah la que se subió a hombros de su padre hasta quedarse profundamente dormida. Después fuimos a tomarnos un refrigerio a casa de Alessandro, donde Norah hizo amistad con un gran gato llamado Romeo. La cena con nuestros anfitriones fue en un lugar en el Lago di Lévico, donde Norah y David comieron pizza y yo una tabla de pizarra con tartar de 3 pescados diferentes aromatizados de forma fina y con alguna baya. De postre Norah y yo compartimos un helado de yogur con un montón de bayas naturales. Como cenando refrescaba bastante nos dieron unas mantas para calentarnos mientras cenábamos.

Día 3: Trento - Lago Molveno - Laives

El lunes era día de movernos por lo que recogimos nuestras cosas y nos dirigimos a Trento. Visitamos el casco antiguo con su catedral y comimos en una especie de cervecería llamada Frost; salchicha para Norah, gulash y polenta para David, además de setas compartidas y yo un pescado blanco. Esto nos costó unos 55 euros. Nos tomamos un helado de postre de una heladería cercana. No estaba mal pero no fue de los más memorables del viaje. Cuando terminamos de ver Trento cogimos una carretera hacia las montañas para ir a ver el Lago Molveno, uno de tantos lagos glaciares de esta zona. En 2014 le dieron el premio al “lago più bello d'Italia” y sin duda es hermoso; es el segundo lago más grande de la zona de Trentino-Alto Adagio. Norah y yo remojamos nuestras piernas en sus aguas de 14ºC (no había nadie dándose un baño completo). Después nos subimos en el funicular para ir a admirar las vistas desde arriba. Tuvimos unos bonitos momentos de mindfulness en familia antes de bajar y seguir nuestro camino. Hicimos un alto en el pueblo de Andalo, a 1040 msnm y con solo 1010 habitantes fijos. Es un pueblo alpino que se ve que vive del esquí en invierno y de los excursionistas en verano. Compramos un imán en una tienda de souvenirs donde la dependienta se ilusionó mucho al darse cuenta de nuestra procedencia (aunque le aclaré que yo soy finlandesa). Ella era una chica española de un pueblo de Toledo que trabaja allí en verano (su novio es de ese pueblo) y decía que éramos los primeros españoles que veía allí.

Las carreteras de montaña nos devolvieron de bajada hasta el valle del Adagio y hacia nuestro hotel en Laives, un pequeño pueblo al sureste de Bolzano. David conocía el hotel por sus estancias previas allí por algún viaje de trabajo. Tiene un área de sauna y piscina bastante apañada. Así fue que, aunque llegamos un poco tarde, aún nos dio tiempo de ir a ambos sitios, aunque a Norah le gusta solo la piscina (le falta la costumbre desde pequeñita de ir a la sauna).

Esa noche, como todas las del viaje por otro lado (o casi todas, que hubo dos noches, una en Italia y otra en Finlandia, que hacía mucho calor y Norah durmió mal – y nosotros también de forma secundaria), dormimos mucho y muy a gusto. 

Día 4 - Bolzano - Lago di Carezza

A la mañana siguiente tras el desayuno (y de jugar en la sala de juegos en un minirocódromo y un panel de pulsados de colores) nos dirigimos a Bolzano. Hacía calor. Dejamos el coche en el parking de un castillo que solo vimos por fuera. Después paseamos hasta el museo de Ötzi. Norah tenía muchas ganas de verlo y la verdad es que lo disfrutó mucho. Todos aprendimos bastante de las cosas de Ötzi, de cómo vivía, de cómo murió. Era muy apañado, la verdad. Hoy en día la mayoría de los seres humanos no podría sobrevivir en las condiciones en las que lo hacía él y sus coetáneos, porque hemos adaptado tanto el medio a nuestra conveniencia que seríamos incapaces de adaptarnos a él.

Tras la visita al museo fuimos a comer a una especie de taberna germanoparlante. Norah quiso pasta, David pidió carne y yo me comí un cacho de salmón con hinojo. Ah, además tomamos ensalda de rúcula. Norah se quedó dormida en cuanto comió un poco, sentada en su sitio. Impresionante. La despertamos tras el café (por cierto, nuestro camarero se parecía a Bruno Mars) y nos fuimos a pasear: vimos las calles del centro, la catedral, y comimos algún helado. Aparte compramos algo de fruta para la noche. Por la tarde abandonamos Bolzano para ir al lago di Carezza. Nos lo había recomendado la chica de Andalo. Es un lago pequeño de un color turquesa precioso. Está vallado a su alrededor, con senderos para pasear. Si no estuviera vallado supongo que la gente lo llenaría de basura o lo contaminarían. Hay una leyenda sobre el color del lago que leímos de camino hacia allá y que a Norah le gustó mucho. Sale una ninfa, un mago un poco sinvergüenza y una bruja. Nos estretuvimos haciendo fotos, una señora estadounidense nos hizo alguna también (nos habló en castellano porque era profesora en su país, en el estado de Washington). Después de una buena sesión de fotos nos fuimos a dar un paseo por el bosque. Quise hacer una rutilla un pelín más larga y fuimos hasta donde normalmente está el “Lago de enmedio”, aunque en verano desaparece y queda un prado entre las montañas. Allí hicimos un rato de mindfulness, más fotos, escuchamos el silencio... hasta que nos marchamos para coger el coche (donde Norah se durmió de forma irremediable) para ir al hotel para la sesión de sauna y piscina.

Día 5: Merano2000 y Merano

Al día siguiente el plan era ir a ver Merano. Tras ver un poco las montañas el día anterior nos pareció buena idea subir algo más, así que cogimos un funicular y subimos hasta Merano2000. Es una estación de esquí en invierno y en verano tiene juegos para niños (a Norah le encantó la tirolina y unos trampolines), una especie de montaña rusa en una bajada de bobsleigh, y un montón de rutas de senderismo. Aparte de bajar por la montaña rusa (4 euros cada viaje, Norah iba gratis) nos dimos un buen paseo hacia arriba por las montañas. Nos dio el sol y los adultos nos quemamos un poco (Norah no, llevaba sombrero) las frentes y los brazos. Llegó un momento en el que nuestra hija estaba muy cansada pero animándola conseguimos que siguiera caminando e incluso se marcó un sprint para ir hasta el restaurante. Norah comió salchicha, David codillaken y yo huevos en realidad era una crepe) con arándanos rojos. De postre nos pedimos un pastel de trigo sarraceno y arándanos rojos (torta di grano saraceno en italiano o schwartzplententorte en alemán). Le sobraba dulce para mi gusto pero era muy rico. David además se atrevió con un café corretto que llevaba schnapps (el camarero se aseguró 3 veces de que de verdad lo quisiera) que le puso los pelos del cuerpo como escarpias.

Luego nos bajamos de la montaña a ver Merano (donde comimos otro helado y padecimos calor húmedo). Después de las montañas cualquier ciudad es un poco decepcionante). Y de vuelta al hotel para coger fuerzas en la sauna y la piscina.

Todas estas noches cenábamos en el hotel a base de fruta, frutos secos y alguna lata de ensalada y algún queso. Además teníamos leche para Norah. Nos aocstábamos al final tardecillo y estábamos en general reventaicos.

Día 6 - Riva del Garda - Milán

Al día siguiente tocaba recoger equipajes y comenzar nuestro regreso hacia Milán para coger el avión para Finlandia. Norah por la mañana lloraba un poco, decía que se lo había pasado muy ben y que no se quería ir. Se durmió un poco en el coche mientras dejábamos las montañas atrás en nuestro trayecto hasta Riva del Garda. A medio camino paramos en un castillo a la orilla de un lago precioso a tomar un café y escribir algunas postales.

Luego ya en la punta norte del lago di Garda, encajado entre montañas, David y Norah se dieron un refrescante baño. Después comimos donde pudimos (para más tarde descubrir el sitio donde en realidad podríamos haber elegido mejores sitios para comer). Dimos un paseo por Riva, un pueblo precioso, comiendo los últimos helados de Italia. Recuerdo sobre todo el último, de 3 sabores, como quizá uno de los más ricos de todo el viaje (David se comió un total de 6 bolas o plastas, yo 5, y Norah una... en fin, hay personas como ella que no necesitan tanto :p y luego estamos sus padres que para algunas cosas nos cuesta contenernos). En fin, era el último helado del viaje :)

Bajamos hasta Milán por la orilla oeste del lago y llegamos ya anocheciendo. Cuando devolvíamos el coche en el aeropuerto, un enjambre de mosquitos nos atacó y cada uno nos llevamos como 5 ó 6 picadas. Más tarde leí que Milán está infestado de mosquitos!, así que ojo sobre todo en verano.

En nuestro hotel había sauna y piscina pero llegamos tarde. David estaba un poco traumatizado por esto, y Norah le dio una charla larga sobre cómo no debía estar triste. Es más, se recreaba en el disgusto de su padre para darle consejos de forma persistente para sobrellevar la pérdida de la oportunidad de ir a la sauna ese día.

Conclusión


Y esto fue nuestra semanita en Italia. Al día siguiente tocaba dejar el hotel y coger el avión al norte, a Finlandia. Como resumen diría que esta zona de Italia es preciosa. Tiene naturaleza, montañas, buen clima (al menos cuando hemos ido nosotros), tranquilidad. Los paisajes son impresionantes y todo está verde. El lago de Garda sin duda es también un sitio para volver con más calma. En fin, que no es que se pueda andar siempre repitiendo destinos porque si no, no se ven cosas nuevas, pero es una región a la que volvería sobre todo para hacer senderismo.