En la sociedad occidental actual, todos nos desplazamos. Mucho, poco o regular, pero todos nos movemos de un lado para otro. Norah también. Cuando salimos del hospital ese martes 26 de marzo de 2013, tocó montarse en el coche con el huevo prestado que instalamos en el asiento trasero. Yo iba atrás con ella (no sabía muy bien cómo sentarme por el dolor de la luxación de cóccix). David conducía. Ludovico Einaudi nos acompañaba con su música. Era ya de noche. Norah iba dormida tan tranquila. Nosotros llorando por la emoción de la música que habíamos escuchado durante todo el embarazo - a ella parecía darle igual. Y David conducía con más cuidado que nunca en su vida.
Desde entonces, Norah ha ido en coche a menudo. En general al principio sobre todo se dormía siempre, incluso en los viajes largos. Podía ir dormida 450 km y aguantar el viaje mejor que nosotros. Eso sí, ya va desde hace mucho en su silla finlandesa atómica 0-1-2 que se supone hasta los 18 kg a contramarcha (ya veremos, con lo rápido que crece). Últimamente le cuesta a veces un poco más en los viajes largos, a lo mejor llora al meterla (yo le explico siempre que en el coche toca silla y en la silla toca arnés… a menudo parece que lo entiende), o se desespera, se retuerce… le cuesta más dormirse. Estrategias para viajes largos: algún peluche, algún libro, música clásica, la canción del Hämähäkki… En cualquier caso, creo que globalmente no nos podemos quejar de su tolerancia al coche.
La primera vez que viajó en otro medio de transporte fue yendo a Madrid en cercanía allá por abril. Estaba curiosa, miraba a la gente, señalaba todo… aunque le costó un poco ir en brazos todo el viaje. Probablemente ahora sería aún más difícil, porque entonces aún no caminaba.
Y luego… llegó el viaje a Finlandia, donde tuvo ocasión de mostrar sus dotes de Norah Viajera.
El avión de ida nos daba algo de pavor y nerviosismo. El autobús de tránsito del aeropuerto lo llevó bien. Nos sentamos David, la abuela y yo en una fila. Norah al principio se iba cambiando de brazos. Luego para el despegue tocó ponerse fija con alguien (aunque la cambiamos varias veces). Estuvo con papá y conmigo y lo toleró bastante bien. Luego se quería mover a cada rato, aunque entre los libros y alguna cosa del iPad el viaje se hizo llevadero, sobre todo porque consiguió echarse la siesta toda atravesada sobre mí. En el aterrizaje lloró un poco por los oídos, poniendo cara rara, pero se le pasó enseguida. Luego del aeropuerto a Helsinki cogimos un autobús (y otro esa misma noche a Seurasaari y de vuelta). Iba en brazos de la abuela señalando todo. Bastante bien. Lo pasó un poco peor en el autobús a Porvoo, inquieta, retorciéndose, queriendo caminar… pero llevadero y con algún conato de llanto mitigado con entretenimiento y chupete.
El barco a Tallinn para ella fue maravilloso porque había UNA PISCINA DE BOLAS!!! donde se lo pasó de miedo. Nadaba entre las bolas, las tiraba… a la vuelta, lo mismo, además de montarse en un pequeño camión que conducía cual experta. En cambio en el barco de Suecia los otros niños de la piscina eran más grandes y no pudo explayarse a gusto. Por lo demás, no manifestó que tuviera mareo, le encantaba pasearse por ahí y señalarlo todo, y dormía súper a gusto.
En cuanto al avión de vuelta… buf, fue un poco más duro. Ella llorando en el despegue y poniendo cara de extrañeza/miedo por los oídos… la tía Raquel ídem de ídem porque no le gustan los vuelos… y yo también porque nos íbamos de Finlandia. Fue un vuelo más complejo, porque no estaba a gusto con ninguno de los 3, todo el rato se quería mover, lloraba, tenía sueño y no se dormía… Había muchos niños hispano-fineses en ese vuelo, y alguno más lo pasó mal también. Así fue que al llegar al aeropuerto, se explayó a su gusto caminando por la zona de equipajes diciéndonos adiós con la mano.
Ahora, siempre que ve en un avión en el cielo lo señala y dice pppfffff y hace un gesto con la mano. Lo entiendo en español y finés, aunque no sé si sabe que es el mismo artilugio en el que ella montó en el viaje. Creo que sí porque sabe perfectamente lo que es un lentokone. En las fotos también reconoce un avión y hace el mismo gesto (aunque de cerca y de lejos no es tan fácil saber que es lo mismo).
Por último, parece que le gustan las motos. Al principio parecía que le daban miedo, pero ahora siempre que oye una mira de dónde viene el sonido, si ve la moto la señala, dice ppprrr o algo así. En una calle de por aquí cerca suele haber una moto aparcada y se queda mirándola fijamente mientras la señala y dice "ppprrr" o "eehh?". Por supuesto no ha montado en una de verdad, aunque la de juguete que le han regalado los abuelos en el pueblo le chifla y se ríe muchísimo cuando monta en ella.