miércoles, 14 de mayo de 2014

La desconfianza de Norah

Pues sí, hace unas semanas, no sé exactamente el día aunque sí que hacía gastante calor y yo iba en manga corta y con gafas de sol, pasó lo que todo Papá teme que pase cuando te diriges ilusionado a recoger a tu retoño a la guardería: que cuando te vea gire la cabeza y no te haga ni caso... le dices que venga y va a los brazos de su profesora... tratas de cogerla y se niega a pasar a tus brazos... tratas de arrebatársela y se pone a llorar agarrando con fuerza la camiseta de la profesora... la intentas meter en tu mochila-para-bebes y no deja de llorar señalando a su profesora.

Lo cómico de la escena es cuando la profesora se da cuenta de lo incomoda de la situación y trata de interponer cualquier excusa intentado que el padre en cuestión, en este caso yo, no quede traumatizado al ver que su hija quiere más a la profesora que a ti mismo.

El camino de vuelta a casa os lo podéis imaginar. Yo bajando la calle con un ser de poco más de medio metro que te acaba de rechazar vilmente pegado a mi barriga y en contra de su voluntad. Ella mirando a un lado sin atreverse a levantar la mirada porque sabía que acababa de traumatizar a su padre de forma irreversible. Cinco minutos de trayecto hasta casa sin mediar palabra, muy diferente de las anteriores veces en las que la conversación se mezclaba con risas o canciones de todo tipo. 

De vez en cuando miraba para arriba pero al ver que yo la miraba volvía a bajar la mirada para no encontrarse con mis ojos... acentuando la tensión del momento.

Cómo se puede afrontar una tarde de juegos con alguien que sabes que no quiere estar contigo. Cuatro horas eternas por delante hasta que apareciera Mamá como salvadora y mediadora de la situación.

Al llegar a casa, el protocolo de siempre: abrir la puerta, ir a la salita, sentar a la nena, quitarle las zapatillas, ponerle los calcetines de andar por casa, dejarla en el suelo, quitarme lo las zapatillas, dejar las llaves de casa en su sitio, quitarme las gafas de sol, y dirigirme a la enana otra vez a ver si tiene ganas de jugar con quien la acababa de joder la tarde de juegos en la Guardería. 

Y ella, me mira desconfiada, se queda pensativa, me señala con el dedo, dice no se qué, se ríe y comienza gatear hacía mí como si nada hubiera pasado. Llega a mis pies y me tira del pantalón, señal que significa "cógeme en brazos". Procedo y veo que su gesto es radicalmente distinto. 

Y es que al papá de ahora le falta una cosa que antes tenía, que son las gafas de sol y que lo hacen significativamente diferente a los ojos de la enana-que-se-fija-en-todo.

Norah no se fía nada de todo aquello que haga ruidos raros, emita luces o se mueva de forma extraña. Eso ya lo sabíamos. Pero lo que no sabíamos es que alguien conocido con gafas de sol también la hicieran desconfiar.

Ayer estuvimos dando una vuelta por el Parque del Retiro y al llegar a la avenida del estanque una señora nos ofreció hacer una figurita con un globo de esos que son alargados. Yo amablemente le dije que no, que a la enana esas cosas no le gustaban mucho y que quizás se iba a asustar.

La señora armada de gran seguridad hizo un gesto con la cabeza como diciendo que no... ese "no" que que te dicen que viene a significar algo así como "déjame que yo controlo que llevo haciendo esto toda mi p vida" y "cállate que no tienes ni p idea"... aunque quizás quiso decir "tú no te escapas sin darme el euro que te voy a pedir después de darle a tu hija la mierda de figurita de globo que te acabo de hacer".

Por cortesía más que nada, dejé que la mujer procediera, aunque sabía con toda seguridad las dos posibles cosas que iban a pasar a continuación. 

1) Que Norah no hiciera caso al globo. Lo que significaba 1€ desperdiciado... que es lo de menos, ya que los euros nos sobran (ironía). Pero lo que más me jodía era tener que tirar un aborto de perro de globo a la papelera... pobre perro... y pobre globo.

2) Que a Norah le asustara el susodicho aborto-perro-globo y empezara a llorar.

Yo tenía muy claro cual de las opciones era más probable que ocurriera, pero la actitud curiosa de Norah me hizo dudar. Se quedó atentamente mirando a la mujer como daba a luz su creación mientras Mamá ya estaba buscando el p euro. Al terminar la señora ofreció su obra de arte a Norah y ésta en ese preciso instante empezó a recular y a llorar como suele hacer cuando hay algo "raro" que no le gusta.

En ese momento la que puso cara de decepción fue la señora que vio como las esperanzas de haber ganado 1€ por 15 segundos de trabajo se esfumaban a la vez que yo hacía un gesto con la cabeza como diciendo que no... ese "no" que se dice que viene a significar algo así como "si ya tenías chungo que te diera un p euro por esa mierda de aborto-perro-globo que has hecho no pensarás que te lo vaya a dar ahora que has hecho llorar  mi hija".

Así que cogimos a la que lloraba y grácilmente  nos alejamos de la artista retomando nuestro camino de vuelta a casa. Norah paró de llorar al minuto.

Conclusión: A Norah, al menos por ahora, hay muchas cosas que la hacen desconfiar y que trata de evitar. Pasa en ambientes con gente que no conoce o allá donde haya ruidos elevados. Es algo que se soluciona en una hora, cuando se va acomodando a la nueva situación o acostumbrando a los ruidos. Pero mientras tanto permanece distante y observadora. 

La gran incógnita que me ronda en la cabeza es: ¿cómo actuará el día que tengamos que coger el avión para nuestro viaje a Finlandia? Yo creo que será algo parecido a la opción 2, pero ya veremos.