El primer día que despertamos en el camping desayunamos cosas de las que habíamos comprado el día anterior en el supermercado. Después de la comida - cena en un restaurante en el minipuerto de Ruovesi. Tomamos hamburguesa, sidra finlandesa y Norah una crema de chantarelas.
Ese primer día como toma de contacto estuvimos mirando las cosillas del camping. Nosotros teníamos una minicabaña con un camastro doble y uno simple. Una mesa y un frigo pequeño. Baño, no. Un armario pequeño. Vistas al lago.
Yo ese día estaba fatal de fiebre y de tos, que traía desde Londres que me había puesto mala de la garganta, creo que por dormir una noche con la ventana entreabierta.
Aun así, pues estuvimos viendo los animales. A Norah le hacía gracia la cabra ("No me miras? Que te toco el culete!" como dice en el vídeo). Luego echamos un ojo a las saunas, con unas llamas que andaban por ahí con cara de querer escupirnos.
Ese día al final fuimos a un gran centro comercial en Lempäälä. Cerraban las tiendas bastante pronto, pero David aprovechó para comprar alguna cosilla de tiendas de deportes. A Norah le compramos unas botas de trekking.
Después fuimos a Tampere a cenar, a un sitio llamado Plevna. Yo tomé hamburguesa, David pyttipannu y Norah salchichas. Luego me tomé un café especial para mi virus, con licor de chocolate-naranja, nata y menta. Norah se comió un helado. Curiosamente, cuando luego fuimos a cambiar el coche de sitio, a la vuelta de ahí hacia el centro, por una calle distinta, Norah señaló el restaurante desde fuera (otra fachada que por la que habíamos entrado, sin nada para identificarlo) y dijo: "Mira, ahí hemos comido nosotros." Alucinante, no era nada fácil realmente saber que era el mismo edificio. Acabamos la jornada dando un paseo viendo el apocalipsis zombi en forma de finlandeses pálidos en el parque pero no bebiendo, sino jugando al Pokémon Go...
El día siguiente ya era lunes y fuimos a la cosmopolita villa de Virrat. Una fiestaca de gente, tiendas... en fin. Compramos unas cosas para el culo para la sauna, para sentarnos, porque habíamos reservado hora para esa noche. Vimos un pueblo tradicional, un puente levadizo sobre un canal, y comimos el almuerzo en Mikontalo: un buffet con asado de Carelia y tal.
De ahí nos dirigimos a Helvetinjärvi ("El lago del infierno"), un parque nacional muy chulo con un paseo idílico. Ranitas, árboles... Norah anduvo bastante hasta que a su papá le tocó llevarla a burriquito. Unas vistas muy chulas al lago, y de vuelta rapidillo atravesando una ciénaga para llegar a tiempo a la sauna.
Sauna que nos costó 20 euros por 50 minutos!, snif... con lo que mola tener la tuya, estar el rato que quieras, ir todos los días... A Norah el asunto no le hizo mucha gracia pero sí que se metió en el lago, que estaba fresquito como corresponde.
Después de la sauna nos hicimos una minibarbacoa a la fresca, de maíz y carne tipo köfte.
El martes nos dirigimos al tori de Vilppula, mediovacío ya cuando llegamos. Lógico, por las mañanas nos lo tomábamos con calma y desayunábamos cuando ya otros se hacían la comida a las 11 de la mañana. Sí que compramos una cantidad industrial de camemoro, 1 litro. Y arándanos y uva espino. En Mänttä tampoco había mucho que ver, pero almorzamos en un buffet donde había 4 postres diferentes. Alucinante, había gente que se echaba de los 4. A la vuelta ya hicimos barbacoa otra vez, con megadosis de panqueso y camemoro.
Por cierto, a destacar del camping los moteros que estaban ahí cuando llegamos el sábado. Cuando quisimos ir a cenar esa primera noche, nos dijeron que nanai, que los moteros se lo había comido todo!!! :o Por otro lado, aparte de los animales, había una muchacha joven muy delgada (que no era finlandesa) a la que hacían trabajar como ídem, de sol a sol (y ahí eso son muuuchas horas en verano, menos mal que ya era agosto). Lo mismo limpiaba las cabañitas que cortaba el césped. A otra señora mayor (tampoco finlandesa) la tenían lavando y planchando a las tantas de la noche.
Al día siguiente, miércoles, tocaba despedir el camping y nos fuimos a Helsinki. Nos alojamos en el Scandic Grand Marina, que estaba bastante bien en cuanto a habitación. David fue a ver la sauna e hizo amistad con un italiano y un coreano. Cenamos en Zetor para respetar la tradición de ir al menos una vez a este restaurante fino de gourmets :p, esta vez con Antti, "el amigo de papá que a ver cuándo viene a Valdemoro" (Norah dixit). Norah cenó sopa de salmón y un helado de pera, David pyttipannu y pannukakku, y yo reno y sorbete de arándano rojo y azul y un vino de camemoro. Tuvimos un buen rato.
El desayuno del día siguiente fue el estándar de los grandes hoteles. Hicimos las maletas y las dejamos en el hotel para ir al mercado de Kauppatori y encontrarnos con Aurora, que siempre nos recibe con la misma ilusión. Norah casi enseguida cogió confianza con ella, al igual que la noche anterior con Antti. Comimos en el restaurante Unicafé: comida abundante para estudiantes a lo baratísimo. Luego compré unos libros y ya tocaba ir al barco.
El barco era un Viking que al principio a Norah le daba un poco de miedo. Luego, fue lo que más le gustó, junto a Londres, de todo el viaje. Mientras David fue a la sauna, yo llevé a mi querida hija a la discoteca (de los niños), donde me mostró que en verdad es una bailarina nata. También tuvo su ración de piscina de bolas. Ahora, que el concurso para ganar chuches no le hizo nada de gracia ("eso tiene mucho azúcar, vámonos mamá") así que siguió bailando. Nos costó después un poco encontrar a papá en el barco, pero al final lo conseguimos y le compramos un croissant carísimo para cenar. Ah, y un munkki.
Dormimos superbien. El buffet pues el típico de los barcos, petado de gente, de gente impertinente y ansiosa, no fuera a ser que alguien les quitara la comida.
En Estocolmo nos hacía bueno la mañana que llegamos. Con los maletones decidimos gastarnos los 270 krona de rigor para ir en taxi al hotel a descargar. Como era temprano, directamente nos fuimos al Skansen a ver las atracciones y los animales. Por supuesto que hubo que montar en el tren turístico. Nos tiramos el día ahí, viendo casas típicas antiguas suecas, renos, osos, lobos, cerditos, buah, de todo.... Norah se echó una siesta primero en brazos de papá ("Papá cógeme que tengo sueño y voy a dormir"), luego la pusimos encima de una mesa de meriendas a que descansara de forma apropiada.
Ya de vuelta al hotel, a despejarnos un poco. Luego intentamos buscar un sitio para cenar pero para nuestra desgracia acabamos en un McDonalds. Horroroso. Y con una dependienta que la pobre se hizo un lío, al final nos cobró mal, nos regaló una hamburguesa... puag.
Cosa curiosa: íbamos andando por la calle, y dice Norah "Mira, el metro", señalando unas puertas dobles en un edificio. Y sí, era la entrada del metro pero en nada se parecía al de Londres, o al de Madrid (que no es que lo conozca mucho, pero en fin...). En Helsinki no nos montamos en metro. Vamos, que lo reconoció como tal cuando probablemente a cualquier turista poco curtido le podría resultar complicado. Superlista.
En otro momento, dice "Mira, están cayendo gotas." David le dijo que no, que estaba tururú. Pues al rato empezó a llover, y David dijo "Y esta niña?, cómo lo ha sabido?". Le dice a Norah "Dame la mano." Y Norah se la dio, pero se la dio dándole a entender que era porque a ÉL le hacía falta, no a ella... (en plan "pobre papá, que no se entera"). Poniendo sonrisa de Mona Lisa.
Menos mal que el desayuno del hotel estaba bien, y era de calidad. Cogimos fuerzas para un día bastante tranquilo, dando un paseo primero por la calla de compras (mientras papá veía una tienda de deportes, Norah se echó una siesta en un sillón). Paseamos hasta Gamla Stan, donde comimos de merienda en un tailandés.
Ya la cena fue en un sitio con un Food Court, y fuimos a un típico sueco carísimo. David tomó de nuevo pyttipannu, y yo una ensalada de salmón con mucha lechuga y poco salmón. 18 euracos. Norah picoteó de todo.
Y tocaba descansar y hacer maletas otra vez. Al día siguiente aprovechamos después del desayuno y fuimos al museo de historia, con cosas de vikingos: David y Norah hicieron pan vikingo, tiraron flechas... A Norah había cosas que le daban miedo pero sí que se quedó con el tema, que a la vuelta algún día ha visto Vicki el vikingo y lo ha reconocido como lo que vimos en el museo.
Ea, y andando por la calle con una Norah a ratos enfadada, pero como una campeona, nos fuimos al autobús de camino al aeropuerto. Y a casa, a los calores de Madrid, a trabajar unos y al pueblo con los abuelos la más afortunada.
La verdad es que Norah el viaje lo llevó superbien. Aguantaba todo el día desde por la mañana hasta la noche. Caminando ella sola muchos ratos. Ni un escape de pis. Comiendo a deshoras. En fin, es mejor viajera que muchos adultos. Sí, a veces necesitaba descargar un poco el estrés contra nosotros, pero lo normal. El año que viene, ¡más lejos y más tiempo!