Ya pasaron las vacaciones. En Nochevieja la tía Raquel y yo fuimos a correr la San Silvestre (bueno, yo no podía ir muy rápido por la falta de entrenamiento así que más bien trotaba como podía). Norah vio con papá y la abuela Ruut parte de la carrera por la tele, y hay un vídeo que atestigua cómo me animaba desde casa (incitada por David): maaama, maama, maama,… bailando y moviendo muchos los brazos. Algo de esa energía me llegó puesto que conseguí (acompañada por Raquel) llegar al final.
Aunque luego Norah estaba entusiasmada, a las 22 h empezó a mostrar signos de cansancio a pesar de su larga siesta de 3-4 horas, y esta vez se quedó sin ver el tema de las uvas.
Un par de días más tarde vino más familia de visita (las tías Kris y Terhi con Juanito-setä). Aunque como los ve poco los suele extrañar, ya aceptaba jugar un poco a la pelota con ellos e incluso se dejaba dar algún beso. Un día fuimos a comer y ella se sentó en la mesa como una persona mayor, comiendo jamón, queso, un poco de esto, otro poco de aquello, un al final, un cono de helado. Cuando llevaba un rato con él, ya lo movía por todas direcciones con seria amenaza de manchado para mi ropa o la de la tía Terhi. Aprovechando un despiste, David quitó el helado del cono de papel; al rato Norah se giró presta a seguir comiéndoselo y ¡había desaparecido! La pequeña Norah se quedó estupefacta y empezó a buscar su helado por todas partes: debajo de la mesa, preguntando a la gente… No se enfadó, más bien era como si hubiera sido testigo de un acto de magia inexplicable.
Y ya quedaba poco para… los Reyes! Norah fue a su segunda cabalgata de Reyes. La vio en brazos de la abuela Eugenia y le iba gustando (sobre todo la de Frozen con un gran Olaf saludando) hasta que ¡caramelazo! en toda la cara. Comenzó con su gesto de "comisuras de la boca hacia abajo" y empezó a llorar y se vino a mis brazos. Casi no quiso quedarse a ver las carrozas de los Reyes pero al final se relajó y sí que los saludó con la mano. A casa volvimos corriendo a sus órdenes, parando cuando lo indicaba y corriendo tras ella cuando así lo decía. Claro que unos pajes de los Reyes se adelantaron para que Norah también tuviera sus regalos: una bicicleta!, un Sven de madera que le gusta mucho (bueno, en realidad es un alce), una silla - huevo azul (como las de la EI), un libro con una historia nueva de Frozen y un suéter de Frozen, un diploma de "mejor nieta del mundo" y una pizarra borrable.
En fin, unas Navidades que a mí me han gustado más que en muchos años, porque Norah se lo ha pasado muy bien, nos hemos reunido las familias y ha habido descanso, comidas, árbol, reno luminoso, cabra de avena, galletas de jengibre sin gluten,… Pero como digo, sobre todo porque con Norah y su ilusión por todas las cosas parece que se disfruta todo más. Y eso que decidimos que este año nada de regalos de Navidad (que la crisis también afecta a Papá Noël y a los Reyes aunque al final algo dejaron éstos), pero cada regalo que le hacía ilusión a Norah a mí me hacía feliz.